lunes, 24 de enero de 2011

COCATIEL



LA MUERTE DE IRRIPÉ

Irripé era un cocatiel blanco que mi marido había querido que yo le eligiera en un “pet shop” de Beverly Hills. Por onomatopeya con lo que repetía su cantarina voz, le llamó Irripeux. Para desvincularlo de ese nombre de príncipe faraónico o connotación de vocablo francés, yo lo españolicé a sólo Irripé. Supuestamente aprendería a hablar, pero a pesar de las lecciones que mi marido le impartía con un manual, nunca aprendió.

Como todos los pájaros de su especie, era muy narcisista, deleitándose contemplando su propia belleza en el espejo de fondo de un aparador rococó empotrado en la pared, con frisos dorados y repisas que le servían de percha y jaula abierta de palacio oriental, que poco a poco iba destrozando con su pequeño pero poderoso piquito. Un piso alquilado que cuando lo dejásemos tendríamos que pagar daños y perjuicios.

Prefería picotear los alimentos de nuestros platos, en vez de las semillas especiales que le comprábamos en la tienda de “pets”, y bebía champán en nuestras copas, rebelándose cuando se la apartábamos. Bailaba ballet con la música clásica, que parecía gustarle tanto como a mí, expandiendo su cola y sus alas, enhiesta la coronita de plumas de su cabeza, en un demi-plied o cou de pied.

Hasta entonces yo no creía en la inteligencia de los animales. Irripé me convenció. Estaba enamorado de mi marido. Presentía su llegada, revoloteando excitadamente, trinando Irripé, Irripé. Se le posaba en los hombros y tenía que espantarlo para ducharse. Él también tenía sus duchas con un champú especial para pájaros.

Una mañana encontramos unos huevos en el mullido cesto donde dormía. Irripé no pertenecía al sexo de los ángeles, como habíamos creído. Era una pajarita. Durante el tiempo de incubación no dejaba acercarse a mi marido. Cuando se convenció de que aquellos huevos eran hueros, volvió a la normalidad y a su amor por mi marido. Yo no sabía cuánto tiempo iba a durar aquel idilio. Necesariamente la vida de aquella preciosidad tenía que ser efímera. Pero estuvo mucho tiempo con nosotros.

El despeluche cíclico de Irripé estaba durando más de lo normal. Mi marido consultó a un veterinario, que le dio una loción. Él lo sostenía con las alas abiertas mientras yo lo embadurnaba con un hisopo. Una hora más tarde notamos que Irripé estaba mudo y alicaído en una de sus repisas. Nos acercamos a él, y espantado nos huyó en un  vuelo errático, casi exhausto, hasta volver a caer en su sitio. Jadeaba dolorosamente con su piquito abierto. Era consciente de que nosotros le habíamos asesinado. Sus ojos, ya vidriados, nos acusaban de criminalidad. Muy debilitado ya, se dejó coger. Llamé al veterinario de urgencias contándole su estado entre sollozos. Era una mujer. Nos aconsejó que le diéramos un baño con agua clara para lavarle la loción. Demasiado tarde. Su piel estaba violácea. Irripé yacía exánime en las manos de mi marido. Unas lágrimas silenciosas escaparon de sus ojos. Tapándole todos los poros de su cuerpo, le habíamos asesinado por asfixia azul.  

Lloré desesperadamente toda la noche. Sentía entre mis dedos el hisopo criminal, y la sensación, como la asfixia azul de Irripé, se extendía por todo mi cuerpo, hasta el cerebro y las uñas de los pies. Al día siguiente, rota, me fui a trabajar. A media mañana me desplomé sollozando sobre mi mesa. Compañeras y compañeros me rodearon escandalizados. Llegaron los jefes, y no me pudieron sacar lo que me pasaba. Como extranjera, ellos sabían que yo no tenía allí a nadie más que mi marido. Supusieron un drama matrimonial. Denegué con la cabeza, y pude balbucir que había matado a mi pajarito. Me trajeron una infusión tranquilizante y me acompañaron a casa.

Irripé yacía sobre un lienzo en la mesa de cristal delante del sofá. Coloqué un capullo blanco de largo tallo junto a él, y no dejé que mi marido lo enterrase. Yo estaba sufriendo una catarsis. No comía y durante días no dejaba de llorar. Mi marido no lo comprendía, el pájaro era suyo.  Se quejó de que no me podía aguantar. Le aclaré que con la muerte de Irripé yo lloraba los crímenes cometidos por toda la humanidad contra la total inocencia. Un día al volver del trabajo Irripé ya no estaba. Mi marido lo había enterrado con su rosa blanca en algún lugar del jardín, que yo no quise conocer. Durante muchos años yo no podía hablar de la muerte de Irripé sin que las lágrimas me vinieran a los ojos.

viernes, 5 de noviembre de 2010

TUCÁN



VIAJE A DOS

Como chalupa a dos remos
nos internamos
por los ríos más angostos
entre espesuras salvajes.
Comimos las uvas agridulces
la fruta de pasión.

Las fieras aullaban
con el placer más remoto.
Dormían los caimanes
callaban el leopardo escondido
y el jaguar siempre al acecho.

Caía en torrenciales
la lluvia tropical.
El sol hacía renacer la selva
erigiendo los cactus del agua.
La luna se internaba entre la fronda
la luz de las estrelas brillaba en el follaje.

Todo era florecida selva espesa
y gritos vitales.
Esculcamos las entrañas
de soles más lejanos.
Descansamos extenuados
rendidos del viaje.

Nos recorrían arañas luminosas
y escorpiones dorados.
Un tucán multicolor
decía nuestros nombres.
Pío pío, amor, pío pío.

De mi tercer libro Dualidad del Mar y Él.

jueves, 23 de septiembre de 2010

ÁGUILA IMPERIAL



Yo soy Águila Imperial
Y mientras tenga una pluma
no dejaré de volar.

Canción popular andaluza.

miércoles, 25 de agosto de 2010

ALAZÁN







LUNA DE MIAMI

Luna rosa de Miami en cielo malva.
Caribeña Luna Luna Sol Hada Madrina.
Un toque de esplendor diste a mi frente.

Partí en briosos corceles alazanes
carroza de nácar guirnaldas de zafir
tules gardenias cojines de brocado
diadema imperial manto de armiño.

Regueros espaciales de Vía Láctea
surtidores de ambrosía tigre manso
leopardo de terciopelo gato divino
hacia templos de azur y de azabache
estanques de lotos traslúcidos peces
y Sirenas en la Osa Mayor y Cariátides.

Luna rosa de Miami no te vuelvas
cuchillos acerados en mi entraña.

De mi tercer libro Dualidad del Mar y Él.

sábado, 21 de agosto de 2010

PEGASO

PEGASO

LAX-BUENOS AIRES-LAX 

A bordo de Aerolineas Argentinas
Poema documental


Ibamos buscandote
el Pegaso azul y blanco
barriendo estrellas y montañas
Águila yo sobre sus alas
hacia la Cruz del Sur.

Por encontrar tu mismo Sol
cruzamos Paralelos el Ecuador saltamos
hasta invertir los Polos
distorsionando horas luces estaciones.

Espié tu nombre en los periódicos
en las voces de las ondas
entre tus hombres eminentes
en las casas de las mujeres felices.

Te seguí en las avalanchas de los coches
desesperé aguardándote en terrazas de cafés
trasnoché en boliches de San Telmo
bailé tu último tango.

Aporreé las puertas del Congreso
te vi en las multitudes.
Tu argéntea voz arengaba a las masas
por una Patria mejor.

Me contagió el entusiasmo de tu pueblo
te tuve en lo amoroso de tu gente
besé el musgo en San Martín
lloré en Belgrano

Esparcí mi palabra por tus vientos
estampé mi foto en tu buen aire
guiñé a los halagos picarescos de tus pibes.
Tus lilas acogieron mis pasos doloridos.

Ignoraste mi nombre publicado en mil esquinas
mi espectro repetido por tus calles
mis lágrinas mojando tus caminos.
Huías de mi escondiéndote en bodegas.

En Mar del Plata tuve la caricia de Alfonsina.
Como tus jóvenes hundidos que fueron a buscarla
le pregunté el camino que lleva a su morada.
Se me brindaba como una flor austral tu mar.

Dejé tu rierra delirante de esperanzas
restallante de luces solsticiales
volviéndome a la ciudad del hierro
mientras tú te quedas en la ciudad de las rosas.

10 de Diciembre de 1983
Subida al poder del Presidente Alfonsín



martes, 15 de julio de 2008

BALLENA



CANTO NEÓGENO AL CETÁCEO FÓSIL DE ALCALÁ DE GUADAÍRA


Aquí quedó varada tu inquieta singladura
de anfibio transatlántico de mundo adolescente.
Hace cinco millones de años.
Cuando el neutrón y el electrón se fisionaban
para continuar la evolución de las especies
y el hombre de Atapuerca aún no era antropófago.
Del plancton primigenio te nutrías.
Al emerger saltabas ágilmente como un delfin ingrávido.
Padre Sol te acariciaba los flancos chorreantes.
Como un Tritón te sumergías en las profundidades
del Dios del Mar Poseidón-Neptuno.
Entre arrecifes de corales algas medusas e hipocampos
esquivabas tiburón y pez-espada siguiendo a una Sirena.
Tal vez tu esperma de joven ballenato
para poblar la Tierra
gozosamente inseminaba a una congénere.
Mas yo te hago ballena, ilustre antepasada Madre nuestra.
Jonás de nuestro Pueblo de Mar aterrizado.
La alcalareña entraña de alberos y lianas
donde te rescataron, Oceánica Reina,
en rumor de caracolas guarda
tu acuática música de Händel
de Sílfides de Atlántida y Mar de Debussy.
Telúrico fetiche, Diosa Madre,
Tótem de nuestra Tribu.

VICUÑA



Vicuña americana
animal del cielo
ángel del paraíso
orografía de Dios
perfección geométrica
bailarina aeróbica.

Dama de los Andes
flor de la canela.
Emperatriz de la belleza
cenit de la feminidad
poderío de la humildad
cruzado de la mansedumbre.

Graciosa pequeñez de tus orejas
cuello de pirámide.
Síntesis de la pureza
novia perpetua ojos indios.
Pestañas de diva en noche
de debut bajo los focos.
Hociquito aterciopelado.
No hay tacto que a tu piel
sea comparable.

Entrañable Vicuña americana
qué pequeño el Titicaca
es en tus ojos.
Gacela andina, cierva dulce.
A tu lado qué burda el avestruz
qué prepotente el cóndor.
Vicuña americana
celestial reno cisne silvestre
qué puros tus ojos en mis ojos.

Insemínanos
con tu inocencia virginal
tu alma de bondad
tu femenil ternura
Vicuña americana
con tu gusto ajeno a sangre.

lunes, 14 de julio de 2008

CU-CU


Cu-cu, cu-cu, cu-cu.
Sale el Cu-cu cantando
a dar la hora.
Cu-cu, Cu-cu, el Buho
de los cuentos infantiles.

Cu-cu, cu-cu.
Media noche.
Cu-cu, cu-cu, cu-cu.
Tres de la mañana.
Cu-cu cu-cu cu-cu.
Seis de la tarde.

Cu-cu, cu-cu, cu-cu.
Las mismas doce horas
del dinero, de las guerras,
de la fama, del amor.
Las mismas doce horas
siglos ad infinitum.

Yo, Cu-cu, cu-cu sonoro,
entro y salgo,
me oculto, reaparezco,
doce veces dos al día,
repitiendo cada hora
de la eternidad florida.

LOBO




Lobo que aullas a la Luna
huído de la manada
Qué buscas solitario
lejos de la jauría,
¿la sangre que heredas
de tu especie?

Lobo hambriento, carnicero,
que trepas a los riscos
deambulando en la noche
con el rabo entre las patas
y caminas en la nieve
por trochas desoladas.

Lobo aterido
que aullas con el viento
sin encontrar la pieza deseada.
Mira tus patas, triste lobo,
de carcasa ensangrentadas.
Depredador lobo insaciable,
no me ataques con tus zarpas.

Yo soy sólamente la Luna
espejándome en el agua.
No vengas a lavarte
en mi quebradiza plata.

Cuando pronto salga el sol,
como tú, sin dejar huellas,
me esfumaré en la mañana.

domingo, 13 de julio de 2008

LA GATA



Si yo fuese una gata
de angora o siamesa
a nadie sorprendería
que corriera a tus piernas maullando
y junto a ti me enroscara.
O que me encaramase a las estanterías
quebrando porcelanas.


Saltaría a tu regazo.
Rascaría contra tu pecho
mi cabeza de felino.
Tal vez pasaras tu mano
por mi arqueado lomo
y acariciases mis ojos
como a muchacha que amases.


Ronronearía en tu entorno
y llevaría al cuello cascabel sonoro
repiqueteando que me amas.

JACA


Mira cómo brilla mi pelo
de castaños lustrosos
contra el sol poniente
y cómo caracolean
mis inquietas patas.
Contempla mi soberbia cabeza,
mis ojos que reflejan tantas luces
y mi esbelto cuello subyugado.

Observa mi crin sedosa
cayéndome del ojo hasta los cascos,
mis ancas retozonas
trote inquieto y esforzado pecho,
mi boca espumeante por las bridas,
mi flotante cola en piruetas al aire.

Siente mi tibio flanco
y el paso cascabelero cuando montas.
Oye cómo relincho por .

sábado, 12 de julio de 2008

TORO DE ESPAÑA




Joven torillo en tus dehesas
sin más que azules y verdores.
Negros de España mis astas embestían,
recios jinetes me domaban.

Con ojos inocentes irrumpí en la plaza
buscando al sol por los tendidos altos.
Hombres brillantes pinchaban mi hermosura.
Un capote se arrastraba en el albero
y un florón de banderillas se abrieron en el aire.

La gente gritaba en graderías.
¿Por qué piden mi vida?
Exacerbada en la plaza crecía la libido.
Estaban las mantillas ya en mi duelo.
Mi sangre remedaban los claveles.

Me mataron con un estoque escondido
en la muleta escarlata.
Al acabar conmigo sonó música y palmas.
Un pasodoble fue mi marcha fúnebre.
Hoteles se llenaron de amazonas,
cronistas celebraban mi exterminio

Con indomable brío juvenil entré a la plaza.
Salí arrastrado por mulas subalternas,
rígidas mis patas, el belfo espumeante.
Un reguero rojo oscuro
rubricaba mi muerte por el ruedo.
Ufano pasea el matador mi sangre en su capote.

Lo importante es bien matar en España.

viernes, 11 de julio de 2008

COCODRILO



Mis garfios en el lodo,
justo donde había caído.
Mis fauces en el suelo,
respirando el olor generoso
y verdadero de la tierra.


Y vuelve la vida
pasando su mano imperceptible
por mi lomo de animal herido.
Están mis ilusiones todas
colgadas a mi pecho,
succionándome,
como voraces cachorrillos
con auténtico derecho a la vida.


Despabilan mi invernal letargo
el lascivo cantar de las chicharras,
el zumbido hastiante de la abeja,
y el sol, que recalienta
mis duras escamas
de viejo cocodrilo.


Ante mis ojos de batracio
aparecen los granados florecidos.
Es el Estío,
y nacen ínfimos seres.


Y de nuevo me arrastro
hacia el agua, que es mi tierra,
sin preguntar ya más
el por qué del árbol o la rosa.

jueves, 10 de julio de 2008

PÁJAROS TORVOS


Y allá voy yo
como un poeta triste
por una luna negra
de pájaros torvos.

¡Ay, qué bien
estar así, tendida,
como una tarde echada,
como encendida noche
de azules violetas!

O este quedarme pleno
mi Dios o mi universo.
Como una mano inmensa
que todo lo perdona.

Yo mi fin y mi principio.
Inercia siempre yente
de Dios a mi egotismo.

miércoles, 9 de julio de 2008

CISNE BLANCO


CISNE BLANCO

Suspiros de Chopin en el aire.
En el suelo, exhausto,
el cisne blanco de mi sueño.

Al borde, la amapola
repliega sobre sí misma
su bata de percal rojo.
Cortesana de la noche
la magnolia envejece
y se arruga, mirando, inerte,
el cisne blanco de mi sueño.

Esperaba tus palomas mensajeras,
las ojeras dilatadas,
el pico exhausto.
Ya aparecen
los negros cuervos de la muerte
y husmean, yacente,
sus alas plegadas sobre sí mismo,
el cisne blanco de mi sueño.